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Transculturación en la literatura costarricense II
En el contexto costarricense el negro estuvo literalmente ausente de la literatura nacional hasta la mitad del siglo XX, ya que no se le consideraba parte integrante de la sociedad que perteneciera como tal ni a nivel político, ni social, ni cultural. Según Quince Duncan, es gracias a Carlos Luis Fallas, en su obra Mamita Yunai (1940), que aparece por primera vez la voz negra representada en dicha literatura. Más adelante las relaciones raciales aparecen tratadas en textos de Joaquín Gutiérrez, José León Sánchez, Fabián Dobles, Quince Duncan, Abel Pacheco y últimamente en las novelas Limón Blues del 2002 y Limón Reggae del 2007 de Anacristina Rossi.
En Limón Blues (2002) se narra la historia de un negro jamaiquino que llegó a Costa Rica con la esperanza de cultivar la tierra, juntar un poco de dinero, para luego regresar a su tierra nativa Jamaica, al igual que muchos otros.[1] Es el año 1904 y cierto es que la formación de Orlandus como hombre y su becoming of age como trabajador marginado marca el paso más determinante del hilo conductor de los acontecimientos personales e históricos al comienzo de la narración.[2] No obstante, a medida que se cuenta la historia del negro costarricense, Rossi presenta, por medio de su estudio cuidadosamente elaborado, el desarrollo económico, político y social de la región Atlántica.
Simultáneamente, los ejes centrales del tratado temático identitario de la población inmigrante giran alrededor de los personajes femeninos. Interesante resulta observar que los personajes masculinos centrales de la narración –con sus alter-egos reconocidos por medio de la historiografía oficial nacional– invierten sus energías en la creación de organizaciones de sindicatos, de periódicos, como The Negro World, de afiliaciones políticas y no menos importante de la U.N.I.A., una asociación que, según sus opositores, era: “…movimiento lanzado por agitadores negros profesionales bajo el liderazgo de Marcus Garvey” (295). Se trata de una organización, con su sede de operaciones en Nueva York, que busca construir un camino viable para la población negra, originada en la esclavitud. Los planteamientos del movimiento resultaron para Orlandus una simbólica representación de la posibilidad de superarse en el mundo, de lograr escalar en la comunidad humana.
En Limón Raggie (2007) el lector esta frente a la misma realidad geográfica pero en otros tiempos y vistos desde otras perspectivas. Se trata ahora de un protagonista mujer, Laura, hija de madre libanesa y padre mulato, originario de Limón, pero, que vive en San José. Tanto su herencia cultural como el tono de su piel no hace juego con la imagen oficial de la identidad costarricense, que desde el siglo XIX ha sido promovida como la nacional, promoviendo antecedentes europeos y eliminando la variedad híbrida étnica. Laura se siente fuera de lugar en San José y se traslada a Limón, su zona de origen y su refugio emocional, para pasar tiempo con su tía materna, una mujer independiente, orgullosa de su raza árabe, y dedicada luchadora contra el sistema patriarcal dominante. Es ella la que renombra a Laura con Aisha para así facilitarle una identidad alternativa y propia, abriéndole paso a su auto-entendimiento separado de las luchas identitarias de sus padres, rendidos en su intento de integración en una comunidad que siempre los ha tratado de “otros”.
No obstante, Limón tampoco resulta ofrecer un “locus amenus” en términos étnicos, porque al acercarse Aisha a un grupo de luchadores por los derechos del negro por medio de su amigo de niñez Percival, ahora conocido como Ahmad (27), que sigue los planteos de Marcus Garvey y “los black panthers”, es rechazada y excluida. En el contexto de la lucha pro-negra ella no es lo suficientemente negra, ni de piel ni de cultura, aunque habla el inglés de la zona. Para ellos es una “pana”, es decir una hispana de la meseta central. Aisha descubre que no hay para ella ni patria ni refugio y que le queda apropiarse de su marginalidad como condición permanente o tratar de encontrar otras vías, iniciar otras búsquedas e involucrarse en aun otras luchas para contribuir al cambio.
El descubrimiento de no pertenecer y de la múltiple marginalidad que de pronto la protagonista comienza a experimentar en carne propia, hace que se acerca a la lucha guerrillera centro-Americana. Como consecuencia una parte importante de la novela gira alrededor de su participación activa en la guerra civil salvadoreña, los conflictos armados y políticos en Guatemala y Nicaragua y enfatiza la participación activa internacional y, entonces, de Laura, en las confrontaciones de la zona.
Limón Blues y Limón Raggie de tal manera confirman la observación presentada en La Reformulación de la Identidad Genérica (2005), acerca de que las autoras contemporáneas “escriben desde dentro de una sociedad que da prioridad y privilegio al poder patriarcal [además euro-céntrico aquí], mientras las protagonistas se resisten, provocan e intentan transgredir los valores y las conductas convencionales para hacerse sujetos activos” (189). Los personajes femeninos de Anacristina Rossi hacen confluir las características de lo femenino y principios feministas, para sobrevivir y florecer en su presente. Su instrumentalidad en la construcción de la identidad toma lugar central en sus textos y de tal manera “constituyen modelos para las generaciones futuras”(190). Irene, en Limón Blues, se auto-observa y confirma la autoridad sobre sí misma y la responsabilidad propia por su bienestar.
“Yo también llevo un vestido fino que le va a mi figura. Soy alta, soy mórida como dicen en Cuba, tengo la boca generosa y unos dientes muy blancos y los ojos gatunos. Tengo una piel de mulata que jamás envejece. Mi alma sí ha envejecido y ahora puedo estar irritable, melancólica o mustia. Puedo sentirme amarrada o hacerme la sufrida. Pero hoy no” (394).
Encarnan el proyecto de la autora cuando busca las ausencias o los silencios existentes en el contexto histórico que investiga, al mismo tiempo que propone la multiplicidad de representaciones para que sus sujetos femeninos puedan exponerse desde su propio punto de vista y según sus propios criterios. Promueve la abertura de la definición del término mujer de color y de su identidad, para asegurar la liberación del significado para así desenmascarar su papel determinante en todo acontecimiento histórico de la costa Atlántica costarricense.
Transculturación en la literatura costarricense I
[1] Rossi en la dedicatoria de la novela dice: “A la memoria de Samuel Charles Nation Kinlock, nacido en 1869 en Jamaica, fallecido en 1942 en el Hospital de Limón” (sin número de página).
[2] Sobre la portada del libro dice:“Mediante una minuciosa reconstrucción histórica, Anacristina Rossi compone un impresionante fresco sobre la vida en Puerto Limón, donde no faltan ritos ancestrales, la música, el idioma y las gestas mesiánicas de la comunidad negra. Páginas que revelan las virtudes de una escritura comprometida, en su entrañable belleza, con las huellas de una identidad perdida”.
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